En las
últimas décadas, la degradación de la profesión de trabajo social produjo que
los colegios profesionales pierdan credibilidad y fuerza. En la actualidad la
creación de un proyecto ético-político sólo puede realizarse desde la fuerza
colectiva del colegio. Unirse es un compromiso del colectivo profesional.
En nuestro país está prohibido ejercer
nuestra profesión sin estar matriculado por el colegio de trabajo social. Al
hacerlo sin ella se está ejerciendo ilegalmente. Ahora bien, se escuchan
quejas, tanto de profesionales como de estudiantes, que se preguntan si la
condición de colegiación es un beneficio a nuestra profesión o simplemente una
traba burocrática.
Este pensamiento se debe a que el
trabajo social sufrió muchos golpes con la llegada del neoliberalismo, como la flexibilización
laboral, exclusión universitaria, dictado de la carrera en institutos técnicos
no universitarios, etc. Una estrategia del estado neoliberal fue, como afirma
Pilar Fuentes, la naturalización de la cuestión social, lo que alentó la
“pasividad” del trabajador social.
Esto tuvo un efecto directo sobre los
colegios de trabajo social, quitándole fuerza colectiva y credibilidad. Pero
hoy en día, es nuestra responsabilidad fomentar la participación en los
colegios, ya que los beneficios que nos puede promover son muchos, y sobre todo
en el contexto actual en el que vivimos.
Antes de hablar de beneficios tenemos
que tener en cuenta que, si tenemos compañeros que ejercen sin estar matriculados,
de ninguna forma vamos a poder lograr que a nuestra profesión se la tome como
tal. Al no estar colegiado sólo se desprestigia la profesión. No imaginamos a
un abogado o un medico sin estar matriculado, pues así se debe pensar el
trabajo social también.
En un tiempo donde varios pensadores y
expertos de nuestra profesión buscan la formación de un proyecto ético-político, no podemos dejar pasar por
alto esta responsabilidad. Ya no se trata de cómo nos ven los demás, sino de
cómo nos organizamos y vemos nosotros mismos.
El proyecto ético-político al que
aspiramos, no puede ser construido por trabajadores sociales aislados, o por la
genialidad de un pensador. Definitivamente, este proyecto tiene que nacer y
desarrollarse en la fuerza colectiva, y es solo a través del colegio que el
colectivo profesional se legitima, se une, puede ser escuchado y puede proponer
ideas impulsadas por la necesidad de dicho proyecto.
En este sentido, estamos de acuerdo con
Nora Aquín, que afirma que el colectivo profesional no ha comprometido
suficientemente su participación en la consolidación de un espacio académico y
político propio. Ahora bien, la pregunta es ¿cómo hacer para que el colectivo
profesional se comprometa? Creemos que la respuesta es una sola, uniéndonos al colegio
de trabajo social, desde allí pensar
colectivamente las salidas posibles hacia una profesión realmente emancipadora,
desligándonos totalmente del positivismo y las secuelas neoliberales.
Ya no sirve quejarse porque el colegio
de trabajo social no actúa, nosotros somos los agentes de cambio, que debemos
actuar sobre el colegio, reivindicándolo, para que ningún trabajador social al
momento de recibirse tenga dudas sobre dónde debe ir, para que sea el lugar de
encuentro de ideas, de debate por una profesión mejor. La lucha para que la
profesión deje de ser subalterna comienza en la fuerza colectiva y legitimada
que debe surgir del colegio de profesionales de trabajo social.
Benavente, Federico Agustín.
Martín, Juan Cruz.
Ortiz, Martín Gastón.
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